25 AÑOS DE AYUNTAMIENTO DEMOCRÁTICO
martes 06 abril 2004
Sorprende ver la escasa relevancia que en los medios de comunicación ha tenido la fecha del 3 de abril de 1979.
Se celebraron entonces las primeras elecciones municipales democráticas después del franquismo. Este hecho, junto a los comicios de Junio de 1977, la aprobación de la Constitución de 1978 y del Estatut de Catalunya, suponía la liquidación del régimen dictatorial que durante casi 40 años secuestró la voluntad popular sumergiéndonos en largas décadas de opresión, oscurantismo y aislamiento internacional.
Cuando uno rememora estos filones de nuestra más reciente historia colectiva no puede dejar de tener presente el mérito de miles y miles de personas que, a costa de frecuentes persecuciones, penalidades, cárcel, etc, lucharon con indudable valentía para recuperar un sistema de libertades sangrientamente anulado en 1936.
Se iniciaba así una nueva etapa presidida por la ilusión colectiva ante el nuevo edificio constitucional y democrático que el pueblo español se aprestaba a construir y en este contexto destaca la recuperación de los Ayuntamientos democráticos, instituciones hacia las cuales a lo largo de los últimos 25 años han canalizado los ciudadanos sus anhelos, ideales y preferencias políticas como el método más directo y eficaz para cambiar, influir y mejorar aspectos fundamentales de nuestros pueblos y ciudades. Porque en mi opinión ésta es la administración más cercana al ciudadano, la mejor situada para incidir en la vida diaria, desde los grandes proyectos colectivos hasta el problema de dimensión personal, pero que tan importante es para el que lo padece. Una institución, la municipal, que debe estar abierta a la participación ciudadana, a la crítica y a la permanente comunicación como mejor garantía de orientación en la acción de gobierno.
Recuperación del patrimonio histórico-artístico; establecimiento de mecanismos de solidaridad y ayudas sociales; definición de programas lúdicos, culturales, deportivos; construcción de equipamientos e infraestructuras viarias; mejoras y renovaciones urbanísticas; establecimiento de programas de control ecológico y protección del medio natural; y ayuda del sector empresarial, etc son solamente algunos de los objetivos y líneas de actuación que cualquier partido político o equipo de gobierno municipal tiene como norte de su gestión.
Sí, es verdad, hemos mejorado mucho, madurado como sociedad democrática, pero nos faltan largos trechos que recorrer y vacíos que llenar con medidas legislativas de ámbito estatal, que se adivinan urgentes, si no queremos andarnos en el conformismo y la apatía que siempre acaba impregnando aquello que está falto de renovación.
Apuntaré, por citar sólo dos ejemplos, los problemas que a mi entender lastran la capacidad de actuación municipal en la actualidad: uno de ellos es la indefinición repecto al marco de funciones y responsabilidades que le son inherentes a los entes municipales. Hace falta la concreción de un nuevo marco político, ampliamente consensuado, que defina el espacio de gestión municipal y el establecimiento de un plan en el cual quedarán especificados los campos que progresivamente deben asumir los Ayuntamientos. Y, sin duda, un segundo problema, estrechamente ligado al anterior, radica en la deficiente financiación actual que imposibilita la consecución de logros imprescindible para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Se impone con urgencia la ruptura de un modelo de financiación insuficiente que encorseta las enormes posibilidades de los municipios frecuentemente discriminados frente a realidades más amplias como gobiernos autonómicos o del Estado.
¡Así pues, larga vida a los Ayuntamientos!
Pablo Otal Viña
Se celebraron entonces las primeras elecciones municipales democráticas después del franquismo. Este hecho, junto a los comicios de Junio de 1977, la aprobación de la Constitución de 1978 y del Estatut de Catalunya, suponía la liquidación del régimen dictatorial que durante casi 40 años secuestró la voluntad popular sumergiéndonos en largas décadas de opresión, oscurantismo y aislamiento internacional.
Cuando uno rememora estos filones de nuestra más reciente historia colectiva no puede dejar de tener presente el mérito de miles y miles de personas que, a costa de frecuentes persecuciones, penalidades, cárcel, etc, lucharon con indudable valentía para recuperar un sistema de libertades sangrientamente anulado en 1936.
Se iniciaba así una nueva etapa presidida por la ilusión colectiva ante el nuevo edificio constitucional y democrático que el pueblo español se aprestaba a construir y en este contexto destaca la recuperación de los Ayuntamientos democráticos, instituciones hacia las cuales a lo largo de los últimos 25 años han canalizado los ciudadanos sus anhelos, ideales y preferencias políticas como el método más directo y eficaz para cambiar, influir y mejorar aspectos fundamentales de nuestros pueblos y ciudades. Porque en mi opinión ésta es la administración más cercana al ciudadano, la mejor situada para incidir en la vida diaria, desde los grandes proyectos colectivos hasta el problema de dimensión personal, pero que tan importante es para el que lo padece. Una institución, la municipal, que debe estar abierta a la participación ciudadana, a la crítica y a la permanente comunicación como mejor garantía de orientación en la acción de gobierno.
Recuperación del patrimonio histórico-artístico; establecimiento de mecanismos de solidaridad y ayudas sociales; definición de programas lúdicos, culturales, deportivos; construcción de equipamientos e infraestructuras viarias; mejoras y renovaciones urbanísticas; establecimiento de programas de control ecológico y protección del medio natural; y ayuda del sector empresarial, etc son solamente algunos de los objetivos y líneas de actuación que cualquier partido político o equipo de gobierno municipal tiene como norte de su gestión.
Sí, es verdad, hemos mejorado mucho, madurado como sociedad democrática, pero nos faltan largos trechos que recorrer y vacíos que llenar con medidas legislativas de ámbito estatal, que se adivinan urgentes, si no queremos andarnos en el conformismo y la apatía que siempre acaba impregnando aquello que está falto de renovación.
Apuntaré, por citar sólo dos ejemplos, los problemas que a mi entender lastran la capacidad de actuación municipal en la actualidad: uno de ellos es la indefinición repecto al marco de funciones y responsabilidades que le son inherentes a los entes municipales. Hace falta la concreción de un nuevo marco político, ampliamente consensuado, que defina el espacio de gestión municipal y el establecimiento de un plan en el cual quedarán especificados los campos que progresivamente deben asumir los Ayuntamientos. Y, sin duda, un segundo problema, estrechamente ligado al anterior, radica en la deficiente financiación actual que imposibilita la consecución de logros imprescindible para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Se impone con urgencia la ruptura de un modelo de financiación insuficiente que encorseta las enormes posibilidades de los municipios frecuentemente discriminados frente a realidades más amplias como gobiernos autonómicos o del Estado.
¡Así pues, larga vida a los Ayuntamientos!
Pablo Otal Viña