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Esculturas monumentales de Clemente Ochoa en el Paseo Jaume I de Salou

jueves 09 julio 2009


El paseo más emblemático de Salou, que transcurre junto al mar, acoge hasta el 6 de agosto un conjunto de 8 esculturas monumentales en acero inoxidable del reconocido escultor

El consistorio de Salou ha apostado por añadir a los tradicionales atractivos que la urbe ofrece a sus numerosos visitantes de todo el mundo, exposiciones monumentales de alto interés artístico como ésta, que salen al encuentro del transeúnte.El viernes 10 de juliol se dará por inaugurada la muestra.

A partir de una sólida formación académica y a lo largo de su extensa y brillante trayectoria, el escultor navarro afincado en Cataluña Manuel Clemente Ochoa (Cascante, 1937) ha evolucionado desde planteamientos clásicos y sucesivamente expresionistas y orgánicos para alcanzar a través de la estilización antropomórfica una abstracción personal. El ser humano es el referente fundamental de su obra, aludiendo tanto a su vertiente física muy especialmente a su capacidad dinámica como a la anímica, evocando sentimientos y emociones.

Aunque el autor ha cultivado la escultura en todas las dimensiones y técnicas, es en su obra monumental, -repartida por toda la península, Canarias, Andorra, Francia e Italia donde mejor se aprecia, según señala la comisaria de la muestra, Dra. Raquel Medina, esa especie de cinetismo abstracto que caracteriza su obra desde finales de los 80, su particular evasión del suelo para invadir el espacio con formas que parecen trazos, arabescos, o signos dibujados en el aire. Configuraciones de aérea gestualidad cuya energía intrínseca e ímpetu ascensional parecen aprovechar el empuje del viento para mantenerlas ingrávidas en el aire; aunque en otros casos las formas se ahuecan y repliegan en sí mismas aprisionando un espacio de intimidad entre ellas.

La envergadura de este conjunto monumental de obras de acero inoxidable (más de 6 metros la más alta) y su ubicación en el espacio abierto propician su adaptación al entorno al reflejar en su superficie los cambios de luz a lo largo del día, las nubes o el cielo radiante con los cegadores destellos del sol. Parecen invitar al transeúnte a rodearlas para disfrutar de sus perfiles, huecos y volúmenes desde sus infinitas perspectivas.

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